Me he decidido a vivir
y creo afirmar que mis latidos
se convencieron de ello.
He tenido ofrecimientos sinceros
para cohabitarla extremidad de una telaraña
o para servir como testigo
de matrimonio forzado.
Es más
he sido amante de la noche
con sólo cantos y bostezos repetidos.
No me gustan los aviones
porque menosprecian a las aves.
Tampoco soy creyente incondicional
de las pasas en las empanadas
de las secretarias con dos idiomas
o de la crema humectante
como único remedio para las arrugas.
Me he decidido a vivir
y creo afirmar que mi nariz
se ha convencido de ello.
Escojo la corbata
que hace juego con el mundo
elijo los zapatos
que le vienen a mi sombra
y a mis sueños gastados.
No miento al decir que lavo
detalladamente la fruta que ingiero
por temor a la hepatitis
lo mismo hago con los espárragos
y las botellas.
Me encanta encadenarme
a los parquímetros
y anclar en una esquina
y detenerla con la frente
y avanzar por el cemento
entre ruedas venenosas
luego frenartenderme en línea recta
en perspectiva
en ángulos de piedra y de madera.
Escupo el largo y viejo ceremonial
de los santos
sobre sus fieles devotos
sobre sus libros desahuciados.
Y a cada cual lo suyo
a cada camisa su cuello
a cada pierna de mujer
y a cada cadera su vestido
a cada misa su vino
y su pan de miga inconclusa.
Nada escribo sobre los ascensores
¿Es de mala educación eructar
al desayuno o en la cena?.
Me he decidido a vivir
y creo afirmar que mi poesía
se ha convencido de ello.
Me he decidido a vivir a la manera de los gorriones
y de las aves sencillas
a la manera de una lluvia
que me hace estornudar a la manera de entender
lo poco que entiendo.
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